Ahora habla el Licenciado en FilologÃa Hispánica.
Estimo bastante a "Corvatas", porque es mi amigo y hemos conversado y discutido tranquilamente sobre poesÃa, que es nuestra afición común, además de que cuando nos encontramos nos soltamos algún que otro trovo divertido.
Es verdad que él puede ser considerado el poeta popular del pueblo, eso no me molesta en absoluto. La poesÃa popular y la que yo cultivo poseen notables diferencias, y en el poema anterior se pueden apreciar clarÃsimamente.
Supongo que el que ha transcrito el poema se saltó algunas clases de gramática o simplemente es descuidado en este aspecto, pues no valora demasiado el uso correcto, claro y limpio de la lengua. Para ser poeta o simple transcriptor de versos he de decirle a este señor que la primera preocupación de alguien ducho en el oficio ha de ser el idioma en el que se expresa, al cual ha de amar más que a su propia mujer, al cual ha de rendir más respeto que a ninguna otra cosa en esta vida, y el castellano es un idioma que se merece eso y mucho más.
Por otro lado quiero dejar bien claro que la poesÃa popular, esa que al pueblo de pocas entendederas le encanta, por su excesiva simplicidad y porque puede comprenderla, dada sus excasas exigencias culturales, deviene muy fácilmente en poesÃa "populista" e "idólatra", donde la chabacanerÃa y el compadreo son tópicos permanentes. Una poesÃa que adolece severamente por su falta de contenido y de argumento, y que se apoya demasiado en aspectos formales como la rima..., rimas que en su mayorÃa están más trilladas que una parva.
Para el que cree que los libros publicados es lo que hace al poeta le contesto con simples ejemplos históricos: Don Francisco de Quevedo y Villegas, poeta español del S. XVII, dio sus poemas a la imprenta al final de su vida, poemas que aparecieron póstumos. Qué decir del ilustre don Garcilaso de la Vega, cuyas Églogas fueron publicadas por Boscán tras su muerte. Un caso mucho más reciente: Fernando Pessoa, poeta universal de las letras portuguesas, poeta mÃtico e imprescindible sin el que no es posible entender el S.XX. No se supo casi nada de él hasta su muerte. La Historia literaria está plagada de casos de este tipo. No es más poeta quien más publica en vida, pues en muchos casos es un deseo de fama y de reconocimiento lo que se persigue con la publicación de las obras. El poeta se debe únicamenta su obra, a su palabra, goce estético incomparable, o como dirÃa Machado "palabra esencial en el tiempo", y no a sus lectores ni a las muestras de afecto, ni a los panegÃricos o alabanzas. Es mejor ser el poeta de una élite, de una minorÃa culta y selecta, que el poeta del populacho...: el onubense don Juan Ramón Jiménez y el cordobés don Luis de Góngora son paradigmas en este aspecto.
Queden vuesas mercedes en paz, y aprendan, como se debe, la lengua de Castilla.