Genéricamente suele hablarse de vino de la Alpujarra para denominar los caldos de la comarca, así en singular. Pero la realidad es muy distinta porque hay tantos vinos como bodegas e, incluso, en cada bodega suelen darse variedades sin fin en función de la poca discriminación en la admisión de uvas. Por lo común, el vino alpujarreño es ligeramente rosado (por la mezcla de variedades blancas y tintas), de un alto contenido alcohólico (por su altitud, abundancia de sol y baja pluviometría de la comarca) y calidad muy variable que le lleva a tener muchos movimientos de paladar.
El color blanco dorado y cierto gusto a moscatel abunda más en las proximidades de Albuñol, mientras que en Albondón la uva variedad Pedro Ximénez confiere a sus caldos un aspecto más claro.
La práctica totalidad del viñedo con que cuenta La Alpujarra se ubica en las laderas de la Contraviesa. Son aproximadamente 5.000 hectáreas de viñedo, que no siempre se presentan en régimen de monocultivo, distribuidos por los términos municipales de Albuñol, Albondón, Almegíjar, Cádiar, Cástaras, Lobras, Murtas, Polopos, Sorvilán, Torvizcón, Turón, U gíjar y algo en Rubite. Aunque comparativamente se trata de poca superficie, las realidades que el 85% del vino que se produce en la provincia de Granada se concentra en la Contraviesa. Más del 80% de las vides sobrepasan el medio siglo de antigüedad y se enfrentan a pérdidas continuas, por lo que sus propietarios han ido replantando las cepas sin mucho orden y sin tener en cuenta siquiera la especie existente. El resultado ha sido viñas multivariedad.
Al igual que ocurre en todos los sectores productivos de la Alpujarra, el viñedo no es un negocio por sí mismo, sino un apoyo a la economía familiar. Las explotaciones son también de tipo familiar ya su cuidado no suelen dedicarse más de sesenta días al año. En no pocos casos, el cultivo del viñedo supone para el alpujarreño una actividad casi de entretenimiento mañanero más que un trabajo diario y continuado.